Tengo varias lunas sintiendo el llamado de escribir un artículo sobre la muerte, y en estas fechas otoñales en donde justo se celebran festividades en torno a ella me pareció el momento perfecto, sin embargo, al intentar plasmar en palabras mi experiencia con la gran maestra muerte simplemente no pude hacerlo…
Y creo que ese sentimiento de imposibilidad radica en que me parece inmensamente infinito el conocimiento, enseñanzas y percepciones que puede tener un solo acto, un solo concepto, una sola experiencia que a su vez es vivida de muchísimas formas.
Así que quizá tendré que escribir muchos artículos sobre la muerte para intentar describir su inmensidad y sobre todo, sus múltiples rostros.
Por lo pronto hoy te comparto una de mis muertes más recientes, con la intención de que sea de servicio para el tránsito por tus propias muertes.
El arte de morir
Dice un aforismo filosófico que para realmente vivir hay que aprender a morir, entendiéndose aquí la muerte no como el deterioro orgánico, es decir, la muerte del cuerpo, sino el morir de una forma simbólica, psicológica, emocional, espiritual…
Estas muertes pueden ser en ocasiones más dolorosas que el vivir la muerte de un ser amado, porque en aquellos casos la muerte simplemente llega, muchas veces sin aviso ni señales… y no hay nada que podamos hacer más que atrevernos a sentir el llanto del corazón.
En cambio el permitir que una parte de tu ser, tu identidad, tu psique, tu vida… muera, depende totalmente de tu voluntad, de tu coraje, de tu valentía y sobre todo de atreverte a romper miedos y resistencias. Eso puede suceder en momentos, a veces en años, otras veces en vidas enteras, y así el dolor de sostener lo insostenible perdura, pesa, carcome almas y corazones.
Recientemente viví un proceso de muerte que, aunque fue a niveles emocionales muy profundos, implicó también una muerte física.
Cuerpo y Memorias
Hace 9 años descubrí que nací con una condición física muy particular llamada ureterocele, gracias a la cual toda mi adolescencia y juventud la viví con problemas de cistitis y de riñón.
Me dio mucha claridad el saber y entender qué era aquello que por años me mantuvo con una pequeña farmacia en mi cuarto, sin embargo, en ese momento la intervención quirúrgica para remover ese problema no lo consideré importante, era joven y honestamente ya me había acostumbrado a acallar los síntomas con medicamentos y pagar una cirugía estaba fuera de mi realidad, así que decidí solo ajustar algunos hábitos y sobrellevar así mi condición.
Por varios años pude vivir sin molestias relevantes, aunque en lo profundo de mi ser permanecía un ferviente deseo de que llegara la clave, la medicina, la iluminación! para que mágicamente ese problema que despreciaba y con el que me encontraba en una lucha silenciosa desapareciera.
Uno de mis últimos intentos de purificar y sanar mi cuerpo con una medicina ancestral me trajo un poderoso recordatorio, la aceptación.
Pero aceptar mi condición me resultaba inimaginable y tomar responsabilidad de mi cuerpo era algo que me suponía un gran reto, simplemente no quería hacerlo, mucho menos lidiar con la realidad.
Pero mi cuerpo comenzó a poner sus límites, el año pasado las molestias fueron incrementando, y yo seguí profundizando en el significado espiritual y energético, claro, obtenía entendimiento, pero mi cuerpo requería otro tipo de profundización.
Y finalmente yo llegué a mi límite, este año, aproximadamente por 4 meses continuos tuve episodios que ni siquiera pasaban por el proceso de infección, el dolor era directo en el riñón incluso se extendió a los 2 riñones, era un dolor insoportable, al punto de preferir morir para dejar de sentir… los medicamentos ya no hacían efecto, y sabía en el fondo de mi ser que la respuesta y medicina estaba solo en mí, en tomar responsabilidad de mi cuerpo, en realmente escucharlo, en navegar en lo profundo del dolor para destejer los nudos de miedo y resistencias que ahí habitaban.
Mientras navegaba entre mi mente, mi emoción y el dolor, fui abrazando y aceptando que quizá el resto de mi vida tuviera que vivir danzando entre el fluir y el dolor… ya no sentía miedo, sino una tremenda rendición.
Decidí seguir atendiendo mis cuerpos sutiles, seguir indagando en el trasfondo de mi situación y también pedir ayuda en lo que se me dificulta, mi alimentación y cuidados específicos que requiere mi cuerpo.
Y así fui descubriendo memorias ancestrales de dolor que habitaban en mis aguas que no fluían, que me resistía a soltar… un dolor teñido con rabia, con impotencia, con vergüenza, con una gran tristeza, mía y de mis ancestras.
Mi miedo más grande era vivir el resto de mi vida con esos episodios de dolor, e irónicamente al mismo tiempo, en lo profundo, habitaba un miedo a soltar ese dolor, porque me unía de una manera muy sutil a mi linaje.
Esta muerte, que ya era impostergable, me forzó a ser brutalmente honesta conmigo, a enfrentar los patrones de pensamientos con los que me evadía, a reconocer que por más que pueda entender y percibir los distintos planos sutiles y energéticos de una situación, era imprescindible que accionara en la materia, en mi cuerpo…
Sí, realmente creo que podemos sanarnos a nosotras mismas, que la mente es sumamente poderosa y que desde lo sutil manifestamos en la materia, pero también, en ocasiones es muy importante remover la tierra y sobre todo pedir ayuda.
Hace unos días me realicé la cirugía que evité por años, deje morir tejidos de mi cuerpo para, literal, abrir espacio para el fluir de mis aguas, y con esos tejidos también deje morir mis narrativas de autosanación, del yo sola tener que sanar, del sentir que traicionaba a mi linaje por decidir caminar distinto mi vida… y mucha más información que habitaba en esas aguas estancadas.
Esta muerte la prolongué por años… ahora un nuevo renacer me espera.
Deseo de corazón que cualquier muerte que estés atravesando esté llena de amor, luz y medicina. Y también elevo un rezo para que encuentres la valentía en tu interior para que hoy sea el día en que decidas morir y renacer.
Con cariño,
Nancy ☆
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